Reflexión sobre la muerte del siglo XX en Venezuela
La crisis de nuestro presente: el fin de la clase media y el prólogo de un libro de Historia aún por escribirse.

Planteamos esta breve reflexión a propósito de los acontecimientos recientes en el contexto venezolano, al día de publicarse el presente escrito. Más que pretender realizar proyecciones a futuro basadas en un análisis extenso o en una investigación realizada bajo el uso de rigurosas metodologías producto de las ciencias sociales, el propósito de estas palabras es abordar la cuestión desde una perspectiva introspectiva, principalmente para comprender la crisis histórica los venezolanos estamos inmersos ya en este cuarto de siglo.1
Esta reflexión surge de las inquietudes de quien escribe esto sobre su presente histórico y sobre los procesos y dinámicas que, en el futuro, la disciplina histórica deberá reconstruir y dedicarle su respectivo estudio. En este sentido, nuestro punto de partida es una sencilla comparación entre las crisis históricas2 que marcaron el siglo XX y la situación actual, con la incertidumbre sobre qué podrá emerger de nuestro presente histórico. Viéndonos al espejo por medio del pasado, en medio de un presente turbio, empiezan a visualizarse incógnitas sobre cuál será el futuro producto de todo este acontecer.
Dentro la historiografía Venezuela y en general el debate de las ciencias sociales y humanidades, el siglo XX tiene un lugar especial, ya que suele considerarse que este periodo marca el inicio de la contemporaneidad del país. Sin embargo, es crucial mencionar aquí el punto de inflexión que separa las dinámicas del siglo XIX de las del siglo XX. Aunque el hallazgo y la explotación del petróleo representaron un cambio estructural en la economía y en la política venezolana, el verdadero protagonista de estos breves apuntes es una consecuencia directa de ese nuevo actor: la aparición de la clase media.
El surgimiento de esta nueva clase estuvo vinculado al desarrollo de la industria petrolera y al creciente protagonismo de las ciudades en las dinámicas sociopolíticas del país. Mientras que en el siglo XIX el terreno de la movilización social y las disputas por el poder tenían como principal escenario el campo y las estructuras latifundistas en beneficio de los hacendados, en el siglo XX la ciudad se convirtió en el epicentro de la vida política y económica. A su vez, el partido político reemplazó al caudillo al mando de hordas como el nuevo mecanismo de concentración y catalizador de los intereses de las masas.
La clase media venezolana encontró en los partidos políticos el canal para depositar sus intereses y aspiraciones. De hecho, los principales partidos políticos del siglo XX, como Acción Democrática (AD), COPEI, Unión Republicana Democrática (URD), etc. fueron impulsadas por individuos provenientes de esta clase social. Estos partidos no solo dieron forma al nuevo proyecto nacional liberal-democrático en la Venezuela contemporánea, sino que también moldearon el pensamiento político dominante durante las décadas en que fueron la elite política del país (1958-1998).
Otro factor relevante en la consolidación de la clase media fue la inmigración europea, especialmente la llegada de italianos, portugueses y españoles. Su impacto se reflejó en el desarrollo material e intelectual de la sociedad urbana, así como en la transformación cultural del país. La influencia de estos inmigrantes puede apreciarse en múltiples ámbitos, desde el comercio y la gastronomía3. Muchos de ellos, incluyendo sus descendientes, se han visto obligados a regresar a su tierra de origen en busca de una mejor calidad de vida.
Sin embargo y yendo al momento presente, el paradigma da un giro drástico en el proceso actual que significan las crisis políticas que están desarrollando los acontecimientos de la Venezuela del siglo XXI, no solo por el cambio cronológico de milenio, sino por la transformación estructural que simboliza la muerte del modelo y cultura que definió el siglo XX venezolano. La clase media, antaño símbolo de modernización y estabilidad, sufriendo de una lenta e inesperada desaparición, perdiendo su poder político, económico y cultural.
Una frase popular en la memoria colectiva venezolana ilustra bien la nostalgia de esta época: "Cuando éramos ricos y no nos dimos cuenta". Expresión de uso común que nos muestra la tragedia de una clase media que, durante su auge, disfrutó de un nivel de vida relativamente alto sin prever su eventual declive. La hiperinflación, la inestabilidad social y política, un consumo mermado y unos ingresos precarios convirtieron en lujos de complicado acceso muchas de las costumbres y gastos que antes definían su estilo de vida. Todo esto trayendo como consecuencia la ida de millones de venezolanos de su tierra con la esperanza de buscar nuevas oportunidades para progresar y asegurar su bienestar personal y el de su familia.
Desde los estrenos de ropa mensuales hasta las vacaciones en Margarita o Los Roques (o incluso en Miami, para quienes podían permitirse más allá de la media), el imaginario de prosperidad se desvaneció ante la realidad de la subsistencia diaria cada vez más incierta4. La cultura del "está barato, deme dos" se convirtió en la lucha de la supervivencia por cubrir lo esencial, o en la dificultad de lidiar con los baches que pone el sistema ante cualquier venezolano que pretenda progresar económica y laboralmente por su propia cuenta.
Este declive también lo podemos percibir en la crisis de los partidos políticos tradicionales y de aquellos que intentaron asumir su legado. Con su progresiva desaparición, no sólo se está espectando más de cerca el entierro de un modo de organización y praxis política, sino también de la cosmovisión e ideas que representaban a la clase media venezolana.
El fin de la clase media significa la muerte del siglo XX y deja abierta la incógnita sobre los nuevos actores, dinámicas y en general respecto a la nueva realidad histórica que definirá el siglo XXI en Venezuela. A la hora exacta de escribir y publicar esta reflexión, estos elementos aún están por escribirse en las futuras páginas de nuestra Historia nacional.5
Como señalamos al inicio, la disciplina histórica no permite ni pretende hacer predicciones exactas sobre el futuro, pero la reconstrucción del pasado ofrece un marco más claro para comprender el presente. En este sentido, el propósito esencial con el que finalizamos este texto es invitar también a la reflexión sobre la trascendencia del momento decisivo en el que estamos inmersos.
Los principales trabajos que influyeron en la elaboración de este texto fueron: Manuel Caballero, Las crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992) (Caracas, 1998), y Harrison Sabin Howard, Rómulo Gallegos y la revolución burguesa en Venezuela (Caracas, 1976). Recomendamos encarecidamente estas obras a quienes deseen profundizar en la transición del siglo XIX al siglo XX, especialmente en lo que respecta a los cambios estructurales e ideológicos que marcaron dicha transición histórica.
Empleamos el concepto de “crisis histórica” que aborda Manuel Caballero en la obra mencionada en la anterior nota. Es interesante de mencionar, ya que, a nuestro criterio, durante el periodo 2024-2025 consideramos estar en medio de dicha crisis. Para el estudio de las crisis históricas, Manuel Caballero propone las siguientes condiciones: a) Se trata de un momento crucial que divide la Historia en un antes y después; b) Es el paso de una situación de normalidad a una anormalidad; c) Produce cambios irreversibles; d) Sus puntos más agudos se dan en fechas o momentos cruciales, siendo el punto climático de procesos y contradicciones que se han venido desarrollando; y e) son profundas y estructurales, permeando toda la vida social venezolana.
¿Cómo no mencionar las panaderías de los portugueses, ya arraigadas en la cultura nacional contemporánea? ¿O la incorporación de la pasta en las recetas del día a día del venezolano de a pie, reflejo de la fuerte influencia de la inmigración italiana?
Una época de relativa prosperidad que el autor de este texto (y así, como cualquier joven venezolano con el que estas palabras puedan serle de simpatía) solo ha sabido por medio de las anécdotas que sus familiares y demás cercanos le han contado acerca de ese momento en el que se vivía bien. Para los jóvenes venezolanos que nacimos justo en el ocaso de esa época o directamente pertenecemos al nuevo milenio, es una realidad que se nos es ajena, una nostalgia que no nos pertenece. Nuestros padres y abuelos quedan con el recuerdo, entre la añoranza y la melancolía por aquel momento, sea para nuestro bien o mal, nosotros no hemos tenido nada.
La clase política venezolana ha mantenido un discurso que gira principalmente alrededor del regreso a una época pasada, mediante la expectativa de que, de alguna manera, es posible, por medio de algún switch hacer un reset a los acontecimientos y procesos de la Historia política del nuevo milenio. Este discurso plantea usar como elemento principal la nostalgia, como un catalizador emocional para movilizar a las masas de esta clase media. Sin embargo, a criterio personal lo que no termina de comprenderse en todo esto es que, simplemente, es imposible traer el pasado tal cual al presente, o al menos no de la forma exacta en que se promete. Al final, esto parece esconder la incapacidad de pensar y concebir un producto nuevo justamente dentro de una situación sin precedentes.
Acertada reflexión sobre uno de nuestros aspectos más relevantes como nación.
Gran artículo, muchas gracias por compartir.